miércoles, 1 de agosto de 2007

Eloisa


Estoy pensando en Eloisa, pero la inspiración no llega, y las musas me hacen cortes de mangas y pedorretas. Rompo los folios cuando llego al séptimo verso, y busco alguna palabra que tenga rima asonante con “eternamente” pero sólo se me ocurren sandeces y alguna que otra obviedad. Me atasco como la cola de una gamba en la garganta de una nupcia que se convulsiona en el banquete de boda. Joder, creo que iré a la nevera a por la enésima cerveza, ¡esto no tiene que ser tan difícil! Intentaré echarle la culpa de mi falta de creatividad al alcohol, mi ego no permite deslices ni lapsus linguaes


Destilas hermosura cuando sonríes
Y haces que florezcan margaritas
En las esquinas de mi alma
Irradias algo parecido al arte
Cuando tus caderas cobran vida
En plena bulería del querer
Y un suspiro perece eternamente
…..
…..
….

zzzzzzzzzzzzzzzzzz
Cu cu, cu cu, cu cu, cu.

Me ha despertado el reloj de cuco impiedoso, cuatro campanadas directas a mi cerebro que me han transportado de nuevo a la fatal realidad. He manchado el poema de babas y se han desteñido las letras, decididamente hoy no escribiré nada memorable. Aletargado recuerdo la poesía inacabada, y empiezo a pensar que quizás no la quiera, que puede que solamente esté forzando una situación para alimentar mis ansias de amar a alguien. Me atasco en el séptimo verso y las palabras no fluyen libremente, son presas de la sinceridad de quién solo se ama a si mismo. Lloro desconsoladamente por no ser capaz de quererte como mandan los cánones, Eloisa. Entonces extraigo la fotografía gastada de mi cartera y apareces sonriente y amable, con tu aura de intelectualidad perenne,
Me levanto y voy a observar como duermes a ver si así me inspiro. Aprehendo tu rostro angelical en mis retinas mientras descansas semidesnuda en el lecho. Rastreo tus sinuosas curvas y aposento mi mirada lasciva entre tus muslos, ¡me encantan esas braguitas rojas de lino! Anhelando retomar la inspiración distraída con esta visita más propia de un ladronzuelo de almas que de un reputado poeta retorno a la mesa de trabajo donde el inacabado verso a estas alturas se está descojonando abiertamente de mi torpeza.
Lloro por mi falta de actitud, y comienzo a entender que nunca encontraré nada que rime con “eternamente” porque no se puede rimar nada con algo que dure tanto tiempo. Quizás deba cambiar esa maldita palabra por alguna otra más liviana como por ejemplo “lentamente” o “sórdidamente” pero creo que sería como una especie de adulterio impropio de alguien que dice sentirse enamorado.
Han pasado siete horas desde que comencé el poema y no logró una rima convincente. Estoy agotado y Eloisa se va a despertar asustada si no me ve a su lado. Abatido me desnudo y me enredo entre las sábanas de nuestro reducto de amor y pasión. La abrazo pero ella está fría, distante. Creo que se ha dado cuenta de que en realidad no la quiero, que solo deseo acabar este maldito poema para saciar mi ego cuando ella me abrace y me diga que nunca nadie le ha escrito cosas tan bonitas, mientras me come a besos y me deja marcas de carmín en la comisura de los labios.
Como un niño con una rabieta pataleo entre las sabanas y decido en un impulso que no merezco amarte esta noche, en un arrebato impropio de mi categoría arranco el botón que separa tus costuras y te empiezas a deshinchar compulsivamente hasta quedarte hueca y arrugada como una pasa. Cuidadosamente te doblo y te guardo en la caja que me dieron en el Sex Shop para que los vecinos no me insultaran al subirte a casa.
Te guardo en el armario y tengo un último pensamiento antes de caer rendido en los brazos de Morfeo. Juro y perjuro no volver a inflarte hasta que no consiga amarte eternamente, aunque sea con una pésima rima propia de un infante que se cree enamorado.

No hay comentarios: