domingo, 17 de febrero de 2008

SU CANCIÓN

Andrés desenfunda con cariño a Lolita, la mejor de sus guitarras españolas y un apéndice más de su cuerpo. Acto seguido, mientras el cielo llora por la ausencia de tantos hombres buenos, comienza a desangrar hermosas notas que hacen que Inés esboce una sonrisa y derrame una lágrima. Sus manos, imaginariamente entrelazadas, acaparan todo el calor de una tarde de febrero fría. Andrés canta bajito, y le susurra al oído Palabras De Amor del maestro Serrat. La dosis diaria que recuerda a Inés con quién debe soñar y cual debe ser su primer pensamiento al alba. Es su alimento directo a vena, la jalea real que remienda las heridas de su plomizo corazón.
Al acabar Andrés enfunda la guitarra de forma parsimoniosa. Hoy ha sido otra tarde más. Otro veintitrés de febrero que se vuelve a repetir. Desgastado por el esfuerzo alza las pupilas y desentierra sus rodillas del barrizal. Allí, en el gélido mármol, permanece inscrito su nombre con la fecha del inicio de una imprevista ausencia. Aturdido, Andrés deja el ramo de rosas rojas encima de la lápida mientras sus ojos son tormenta y sus manos flan de huevo. Arrecia la lluvia y Andrés empieza a correr en dirección opuesta a Inés ¡Corre Andrés! No pares de correr que Inés no deja de llorar por ti allí arriba.
Corre hasta que el sol regrese y ella te olvide del todo. Hasta rasgar las cuerdas de la guitarra que custodias entre pecho y espalda.
¡Corre hasta que olvides la letra de su canción!.

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